En serio ¿por qué usamos ropa interior? ¿En qué momento se volvió una prenda de primera necesidad? Y aún más importante: ¿En qué momento empezó a ponernos cachondos?
No siempre tuvimos la oportunidad de ir con bragas de encaje o tangas, de hecho, llegar a ellas nos tomó casi mil años. Y si quieres tener un tema de conversación bajo la manga, sigue leyendo porque te contamos toda esta historia que comienza con mucho pudor y termina… digamos que entre sábanas.
¿Perreaban soloxs nuestros antepasados?
Es que imagínate esto: año 1.100 a.C, 20 personas al aire libre, usando nada más que taparrabos… la fantasía del perreo, si nos preguntas.
Más o menos ese era el panorama tres mil años atrás. El taparrabos pasó de ser prenda única de vestir a la primera pieza oficial de ropa interior usada por egipcios, romanos y griegos.
¿Pero lo usaban porque les molaba o… qué? Se especula que más que estilo e higiene, necesitaban abrigarse (y aquí los chicos pueden confirmar qué tan cómodo es ir sin ropa cuando hace frío, guiño).
Y aunque protegerse del clima es una necesidad evidentemente universal, quienes podían pagar por llevar ropa interior en ese momento era gente de pasta. Mucha pasta.
Fashion trend: calzones hasta las rodillas
Estamos eternamente agradecidos de no tener que usar ropa interior renacentista. Primero porque ¡joder era horrible! y segundo porque como bien dijo nuestro filósofo post-moderno JBalvin: queca-quécalor 🥵.
En esta época mostrar algo de piel era más pecado que salir en Crocs durante los 2000. Así que todo iba de la cintura a los pies y de los hombros a las muñecas.
A medida que nos acercamos a la época victoriana, van apareciendo monstruos bastante conocidos: Jack El Destripador, Frankestein, y los corsets.
¿Por qué comparamos una pieza tan sexy como el corset con dos pesadillas urbanas? Porque era un corset muy diferente: buscaba aplanar los senos. Y pensarás “Bueno, seguramente porque las tetas eran algo tabú”, pues no. En una sociedad profundamente patriarcal el problema no era que disfrutaramos de las tetas libres, sino que a medida que crecían, se caían. Y las tetas caídas, no eran chulas.
Y si el pueblo pide ‘¡algodón, algodón!’, no se lo vo’anegar
Para el siglo XVIII las cosas empiezan a refrescarse un poquito. Excepto los corsets, esa pesadilla nos persiguió hasta mucho después.
Cuando por fin se empieza a producir de forma masiva la ropa de algodón, la ropa interior también empieza a comercializarse con más facilidad y a menor costo.
El pudor sigue siendo importante, pero también la higiene y la comodidad. De hecho, no queremos sonar conspiranoicos, pero a medida que las faldas iban acortándose, también las bragas. Just saying.
Es en esta transición hacia el siglo XX cuando nace lo que hoy conocemos como “ropa de abuelita”. Pero en aquel entonces era lo más refrescante y cómodo disponible para las mujeres. Y es, a su vez, la época en la que pequeñas revoluciones culísticas (término acuñado por nosotros) rinde frutos: aparece la primera tanga.
Fun fact: fue idea de un gobernador estadounidense en 1939 para evitar que varios bailarines salieran desnudos en un festival.
Spoiler: No funcionó muy bien.
¡Queremos culos libres!
O algo así pensaba la peña que, después de 1950, empieza a diseñar ropa interior teniendo en cuenta las verdaderas necesidades de los hombres y mujeres: comodidad, higiene y moda.
El boxer clásico le da espacio al boxer que conocemos hoy. Y las bragas “de abuela”, abrieron un mundo de posibilidades: bikinis, culottes, tangas, corte alto, hipsters (no, no tu vecino barbudo), y más.
Artistas como Madonna y Cyndi Lauper ayudaron a popularizar los tank tops como sujetadores diarios, y no prendas para usar solo en casa. Mientras que las y los bailarines exóticos de todo el mundo ayudaron a que las tangas y los corsets se volvieran unas piezas para explotar de las ganas, no de la incomodidad.
Un vistazo basta para encenderte
Así como la ropa interior fue evolucionando junto a las personas, también se abrió una ventana de oportunidades para explorar nuestra comodidad y sexualidad.
Es cierto, aunque durante muchos años haya tenido diversas funciones, principalmente usamos ropa interior por higiene. Para proteger nuestros genitales del clima y el roce constante con superficies poco… amigables 🤭
Pero también la usamos para seducir. Y ese es el caso de muchos fetiches que hemos internalizado sin darnos cuenta. Por ejemplo: si te imaginas a tu crush o pareja en ropa interior de repente te da un calorcito y se te van los tiempos ¿cierto? Eso es porque ver la ropa interior nos remite a un contexto sexual, a algo muy íntimo, aunque sea solo una noche.
Así como hay personas que se encienden pensando en bragas de encaje o suspensorios de cuero, también están los que la quieren hecha de chuches para comerla directamente del cuerpo, quienes buscan comprar ropa interior usada para olerla (entre otras cosas), y los profetas del #ModoComando.
También están quienes roban ropa interior de sus parejas sexuales y quienes la intercambian con ellas en encuentros calientes. Se creó todo un mundo por explorar, y aún lo estamos descubriendo.
La era Dabooty
Afortunadamente, nos tocó vivir la era donde podemos llevar la ropa interior que mejor se adapte a nuestros gustos y necesidades (tos y fetiches, tos).
De hecho, tenemos tanta libertad culística (otro término acuñado por nosotros en este preciso instante) que podemos preocuparnos por los materiales con los que se hacen nuestras braguitas y boxers.
Somos parte de una generación que quiere verse de puta madre, pero sin causar daños colaterales en el planeta.
Ya sea que te vistas para ti, para alguien más, o para varios, queremos que te sientas cómodx y confiadx, mientras que, sin esfuerzo alguno, ayudas a que tengamos un planeta más limpio, y una mente más guarra.
One comment on “¿Por qué usamos ropa interior? Una historia de pudor que termina en lujuria”
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